Además del problema de seguridad, no nos olvidemos que Guatemala se encuentra en medio de la crisis económica mundial y los efectos se empiezan a sentir fuertemente por éstas latitudes.
El FMI volvío a revisar (ya perdí la cuenta de cuantas revisiones han hecho desde que empezó la crisis) las expectativas de crecimiento de los países latinoamericanos a la baja, situando a la región, por primera vez, en territorio recesivo con un crecimiento negativo entre el 0.5 y el 1%.
La constante revisión se suma a la incertidumbre que existe sobre la crisis y ya le pasó la primera factura al gobierno, al reducir significativamente (aproximadamente Q3 mil 500 millones) sus expectativas de recaudación tributaria.
Ello ha llevado al gobierno a repensar su estrategia de inversión y se espera que el Ministerio de Finanzas anuncie en los próximos días un reacomodo presupuestario que se ajuste a las nuevas posibilidades fiscales.
Todo ésto es reflejo de: 1) un sobreoptimismo de la situación económica mundial y pensar que ésta no afectaría significativamente a Guatemala y 2) la incapacidad de las autoridades monetarias nacionales de prever con antelación los posibles escenarios y preparar estrategias anti-cíclicas en respuesta a ellos.
Ayer, la Junta Monetaria anunció una baja de 0.25 en la tasa líder, ubicándose con ello en un 6.25%, sin embargo éstas medidas llegan muy tarde y (a pesar de ser un comienzo) son aún insuficientes para atacar la magnitud del problema.
Trato de ser optimista, pero realmente me precupa la capacidad del gobierno de enfrentar éstos dos profundos problemas a la vez.